Escribir no es lo mío y no sé si esto haya sido solo una coincidencia o si es algún otro efecto de la energía que se siente en el cuerpo después de participar en una actividad de servicio del Club. Es en serio, llevo casi 23 horas despierto.
Justo hoy, después de mucho tiempo y aprovechando esa energía que mencione antes, me decidí a escribir por primera vez sobre Mi Momento Rotario.
En ese escrito mencionaba que hasta hoy, ninguna vivencia dentro de Rotary había superado una emoción que sentí en la primera actividad en la que participe en el Club cuando tenía apenas unas semanas de ser socio.
Cuando estaba enviando a la cama a mi hija de 6 años, me reclamó que casi no había podido estar conmigo hoy y me preguntó qué es lo que yo había estado haciendo durante el día. Con algo de culpa, busqué el celular, me acosté en su cama, le mostré fotos de la actividad del día y videos del camino que tuvimos que pasar para llegar hasta una comunidad muy lejos de nuestra casa, donde fuimos a llevar kits para filtración de agua a personas que no tenían agua en sus casas.
Le costó un poco entender como era posible que exista gente que no tiene agua en su casa «igual que todo el mundo». En su mente trató de buscar soluciones: que porqué si viven en las montañas donde nacen los ríos no pueden pedir prestadas tuberías para llevar el agua hasta sus casas… Creo que hoy fue la primera vez que traté de explicarle sobre el papel de los gobiernos y el uso (o mal uso) que hacen de los impuestos que todos pagamos, y la importancia de que organizaciones como la nuestra ayuden a estas comunidades olvidadas.
Se alegró que muchos niños como ella que viven en ese lugar, ahora iban a poder tomar agua en mejores condiciones e iban a poder ir la escuela sin dolor de barriga.
Apagamos la luz, dimos gracias por el agua que tenemos en casa, por la oportunidad que tenemos de ayudar y de seguir ayudando a otros.
Justo antes de dormirse me acarició el brazo y con un tono mezclado de aprobación y disculpa me dijo: Muy bien papá!